Medición del grado de apertura de una economía
Rafael López del Paso
A pesar de los esfuerzos realizados durante
los últimos años en aras de incorporar las
diferentes dimensiones del fenómeno de la
globalización en la construcción de indicadores
tendentes a su cuantificación, es frecuente que,
apelando a su dificultad en la identificación de sus
vectores, no exentos de solapamientos y conexiones,
y la falta de solidez de las métricas que se utilizan, la
mayoría de investigadores sociales hayan optado por
su simplificación, concentrándose en el análisis de
su perspectiva económica (Pérez García, 2010). Bajo
la adopción de esta perspectiva reduccionista, la
globalización se contempla atendiendo a la
evolución del comercio internacional, tomando
como medida elemental de referencia, el peso
relativo del comercio en la producción, también
llamado grado de apertura externa o apertura
comercial de las economías (OCDE, 2005).
Este indicador se define como el porcentaje que
suponen los flujos del comercio exterior,
exportaciones (X) e importaciones (M) en el total del
PIB, es decir:
$$\frac { (X+M) }{ PIB } \times 100$$
Atendiendo a su construcción, una economía
estará más presente en los mercados internacionales
cuanto mayor sea su grado de apertura, esto es,
cuanto mayor sea la participación de la suma de las
exportaciones más las importaciones en la
producción nacional
A modo de ejemplo, tomando como referencia los
datos de Contabilidad Nacional correspondientes a
2013, publicados por el INE (2014) (datos en
millones de euros):
Exportaciones: 331.073.
Importaciones: 295.316.
PIB: 1.049.181.
El grado de apertura exterior de la economía
española es igual a: (331.073 + 295.316)/ 1.049.181 =
626.389/1.049.181 = 0,597, 59,7%, expresado en
porcentaje.
Aun cuando se trata de una medida relevante y la
más frecuente, al ofrecernos de manera sencilla una
orientación de las economías más allá de sus
fronteras, no es menos cierto que presenta
importantes limitaciones, siendo las más relevantes
las que se muestran a continuación (Rodrick, 1999):
- Muestra sensibilidad al peso de los servicios en el
PIB, al formar parte del denominador, pero no del
numerador, en tanto en cuanto sólo le computan
las operaciones con bienes.
- Otorga el mismo tratamiento a las importaciones
y a las exportaciones, por lo que dos economías
pueden presentar el mismo grado de apertura con
flujos comerciales cuya magnitud de cada uno de
sus direcciones sean muy dispares.
- No tiene en cuenta el tamaño de las economías.
Las más pequeñas suelen estás más especializadas
en su producción a fin de ser más competitivas, lo
que las lleva a mostrar una mayor orientación
exterior, mientras que las economías de mayor
tamaño dedican una mayor proporción de su
producción a su mercado interior.
- Muestra neutralidad geográfica, dado que no
atiende al destino de los flujos comerciales, por lo
que no ofrece evidencia de la extensión de la
integración económica.
- No ponen en relación a las exportaciones ni a las
importaciones con su nivel de demanda, por lo que
presenta sesgo doméstico.
- No recoge el efecto de la existencia de barreras de
entrada, ni tiene en cuenta las disparidades en las
estructuras sectoriales, la heterogeneidad de los
precios entre sectores, los niveles de renta y costes
relativos de las economías, la distancia geográfica y
las diferencias legislativas, así como la posible
existencia de acuerdos comerciales.
Referencias bibliográficas
OCDE (2005): «Handbook on Economics
Globalization Indicator», OCDE, Paris.
RODRICK, D. (1999): «The new global economy
and developing countries: making openness work»,
Overseas Development Council Policy Essay, nº 24,
John Hopkins University Press, Nueva York.
PÉREZ GARCÍA F. (Dir.) (2010): «La medición de la
integración comercial en una economía
globalizada», Fundación BBVA, Madrid.
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