En muchas ocasiones quienes piensan en el futuro se sienten comprometidos con su modelación y su construcción diaria. De alguna manera, gran parte de los investigadores orientados a estudiar los futuros posibles están convencidos de que su relevamiento supone una herramienta indudable para moldear los caminos y los horizontes del porvenir.
No
obstante, los estudios de futuro no son ejercicios de ciencia-ficción o simples
planteamientos visionarios de pensadores futuristas. Tampoco son discursos
proféticos o repeticiones de tendencias a partir de presentes supuestamente
inmutables. Los estudios de futuro exigen manejos metodológicos específicos y
controles racionales y discursivos aptos para no "caer" en
simplificaciones y futuros deseados que no se puedan realizar. Son ejercicios
sistemáticos y pormenorizados más que hipótesis clarividentes. Son estudios
críticos y contrastables más que certezas indudables. Al igual que en el caso
del conocimiento científico. Siempre dejan lugar para otros futuros o
escenarios posibles. Sus resultados y sus procedimientos son compatibles con
otros investigadores y no se postulan como el resultado mágico de un grupo de
iluminados que son capaces de mirar el futuro en una bola de cristal.
Asimismo,
la prospectiva no constituye una mera proyección de los sucesos actuales sino
un punto de partida para el diseño y la elaboración de políticas y estrategias
destinadas a alcanzar los objetivos de cualquier institución u organización en
las sociedades contemporáneas. La prospectiva posee una orientación
propositiva, es decir, que está fuertemente vinculada con la toma de
decisiones. Con la previsión de lo que puede suceder y con las acciones que se
deben llevar a cabo para que los sucesos del futuro se transformen en una ayuda
y no en un estorbo o en una frustración. A diferencia de otro tipo de estudios
científicos, que en algunos casos pueden tener una búsqueda teórica, la
prospectiva es pragmática: busca conocer para trasformar.
Quienes
hacen prospectiva están generalmente preocupados por la sustentabilidad y los
senderos sobre los que se van construyendo los futuros. Consideran que las
decisiones que se toman hoy generan tendencias hacia determinados horizontes. Y
que las decisiones que no se toman hoy pueden impedir la posibilidad de
construir determinados futuros. Esto significa que cada determinación, o la
suma de ellas, van esculpiendo una serie de futuros posibles. Y decimos en
plural "futuros" porque no todo es previsible y no sabemos cómo
pueden actuar los individuos, los grupos y las instituciones.
El
futuro es una construcción colectiva que no puede ser delineado
indefectiblemente. Sin embargo, sabemos que existen tendencias. Conocemos, por
ejemplo, que en una sociedad que asume el pluralismo, la equidad y la
resolución pacífica de sus conflictos como forma de convivencia diaria es más
probable que se alcancen futuros democráticos que en aquellas sociedades en
donde las consignas cotidianas riman más con el autoritarismo, con la
violencia, la injusticia y la corrupción. Este proceso es muy similar al refrán
popular de que cada persona cosecha lo que siembra. De alguna manera el
presente es la siembra y en el futuro se recolecta el resultado de lo que se ha
hecho. Aunque no haya garantías (porque los desastres naturales o los
imponderables son posibles) es más probable una buena cosecha en el campo de
quien sembró con dedicación e inteligencia, que en otro terreno donde se
diseminaron semillas sin responsabilidad ni cuidado.
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